martes, 30 de octubre de 2012

Soledad.



Puede ser un tema de bar oscuro para tentarse al placer de un cigarrillo, de un vaso de cerveza bien fría, de respirar el mismo humo que otros tantos alrededor estremeciéndose cuando los graves les pegan en la panza, cuando la letra les recuerda algún pasaje triste de sus vidas, alguna noche de rock, algún amigo que no paraba de cantarla.
Hay otra que es la del despecho, la de cantar a los gritos y creer que te está saliendo igualito a como lo haría Laura Pausini, encima con mejor manejo del idioma.
La mas complicada es la que se despierta con vos, la que te da ligereza en los brazos y pesadez en los pies. Se ríe de vos cuando tratás de pensar en sus razones, se mezcla con un poco de miedo y un poco de ansiedad, sale de adentro, y adentro se queda. La soledad de uno con uno mismo.
Esa soledad tiene algunas explicaciones en la resignación de la ausencia, pero también puede ser que la ausencia sea de uno mismo, las ganas de que uno mismo sea bastante, la imposibilidad de ser uno sin otro, y la imposibilidad de llegar otro porque no sos ni uno.