Una furia que se sosega en períodos de días o semanas, depende de la época. Un itinerario que nunca antes podría haber cargado con certeza. Compromiso, euforia, entusiasmo, el dolor que motiva a la fuerza, la fuerza que rompe paredes y construye castillos, a veces de arena, a veces la casa del tercer chanchito, la sonrisa llega con la fórmula del cimiento, al menos un intento de... cada noche, cada jornada que se va habiendo hecho “nada” para algunos. Solo nosotros lo podemos entender.
Y no es cuestion de ofender, no quiero dejar de participar a quienes me alegran los dias, no, pero me suenan las canciones de “la banda” que las cantamos con una bandera o sin, con emblemas o simplemente para reirnos un poco del propio fanatismo, en cualquier reunión donde haya alguno, asi sea solo uno.
El loco de recién, por ejemplo, a los gritos en una peatonal a medianoche, sonrisa de oreja a oreja, cantando quien sabe que, pero sonaba revolucionario. Probablemente eran otras revoluciones, otras banderas, otras ideas, pero la fuerza está, la conviccion, esa increíble adrenalina que aunque la haya visto, no podría caber en un frasco o un cálculo matemático, te aseguro que esa no es.
Quién no es rebelde a los 20 años? Yo se de muchos, y se de estos, y me veo a mi. Me veo un lunes a las 2 de la mañana, cansada pero bien, sabiendo que hice “nada” pero mierda que me llena el alma, y aca tipeando de nuevo, nada podría mejorar la situación.
La rutina vuelve cada mañana, tarde o noche, por suerte no hay mucha estructura al menos para eso. Cualquier cosa puede surgir, y se que ahora estoy en esto, y lo que surja, viene bien, porque donde haya una falla, yo me cargue la caja de herramientas, y un puñado de gente que tiene ganas de todo menos de clavar la pala. Así, para el vulgo, para mi selecto público de mi misma. Acá queda, un breve relato de un desvelo, que cita muchos otros, y que trata de describir como mi vida dió un giro por algo que todos pasan de largo. Que suerte que me animé.